La violencia es un fenómeno que ha mutado, ya no se limita al golpe físico es el uso intencional de la fuerza o el poder real como amenaza contra uno mismo, una persona, grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo lo cual muestra que la agresión no es solo un acto puntual, sino a menudo un ecosistema tóxico que normaliza el sufrimiento.
Con el actual desarrollo tecnológico utilizar estas ventajas digitales puede ser una mejor vía para mostrar a los niños, adolescentes y jóvenes desde las aulas como enfrentar y prevenir los distintos tipos de violencia que van desde el ámbito económico, emocional, físico, sexual, social hasta el acoso.
Prevenir y responder a la violencia es fundamental para alcanzar los objetivos del Desarrollo Sostenible en las Américas por ello es primordial definir el problema, identificar causas y factores de riesgo, así como diseñar y evaluar las intervenciones.
Sin embargo, la verdadera confrontación exige un cambio de paradigma: pasar de ser espectadores a ser protagonistas de la construcción de paz. Esto implica, primero, el coraje de la denuncia y la solidaridad activa. Apoyar a la víctima, no mirar hacia otro lado y utilizar las herramientas legales y comunitarias para proteger al vulnerable. Segundo, es fundamental una educación que no se limite a acumular datos, sino que enseñe empatía, gestión de la frustración y el valor del diálogo.
Pero quizás la batalla más ardua es la cultural: desnormalizar la violencia sutil. Dejar de reír chistes sexistas, cuestionar los micromachismos, rechazar la lógica del “el más fuerte gana” y exigir a nuestras instituciones coherencia y transparencia.
La paz no es solo la ausencia de guerra; es la presencia activa de la justicia, la equidad y el respeto. Enfrentar la violencia requiere, por tanto, mil manos trabajando juntas: las de la ley, las de la escuela, las de la familia y, sobre todo, las de una ciudadanía consciente y valiente que se niega a aceptar que el daño al otro sea el precio de la convivencia.



