El 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba fue distinto aunque por esas fechas sonaban la conga santiaguera, un estruendo de esperanza y metralla quebró la quietud del cuartel Moncada. Aquel asalto, una derrota militar, se convertiría en la génesis de un mito y en la primera sílaba de una Revolución. Al frente, un joven abogado firme e ideales martianos: Fidel Castro Ruz.
La significación histórica del legado de Fidel Castro es, en esencia, la de un arquitecto de nación. Antes de 1959, Cuba era el patio de recreo del norte, un país soberano en el papel pero maniatado por gobiernos corruptos y los intereses de Washington. Fidel comprendió que la independencia, la verdadera, no se ganaba solo con leyes, sino con la ruptura radical de esas cadenas neocoloniales. Su legado es, por tanto, la materialización de un proyecto de soberanía nacional que parecía una quimera.
Bajo su liderazgo, Cuba se convirtió en un actor inesperado y desafiante en el tablero geopolítico de la Guerra Fría. Nacionalizó industrias, llevo a cabo la campaña de alfabetización y creó un sistema de salud y educación que se convirtieron en referentes mundiales. Nuestro Comandante en Jefe transformó la condición de un pueblo oprimido a un pueblo devenido en protagonista de la Revolución.
Fidel fue el lector más ferviente y aplicado de José Martí que leyó como un estratega sus obras y comprendió que las ideas del Apóstol eran un manual de acción. De Martí tomó la idea central de que la Segunda Independencia de Cuba estaba inconclusa, frustrada por la Enmienda Platt y la injerencia estadounidense.
Asimiló el concepto martiano de que una revolución no podía ser solo un cambio de hombres en el poder, sino una “trastocación honda” de las estructuras sociales. La “República con todos y para el bien de todos” que soñó Martí fue el faro que guió los programas sociales de la Revolución. Fidel encarnó el antimperialismo de Martí, su convicción de que “Vivir en la humanidad es el deber”. Por eso, la ayuda médica y educativa cubana se extendió por el mundo, una práctica del internacionalismo martiano.
Sin embargo, la genialidad de Fidel fue fusionar a Martí con el marxismo. Comprendió que para lograr la justicia social que Martí anhelaba, había que atacar la base económica del capitalismo dependiente. Así, se convirtió en el precursor necesario: fue el eslabón que unió la guerra necesaria de 1895 con la Revolución de 1959. Él fue quien, con el fusil en una mano y las “Obras Completas” de Martí en la otra, hizo posible que el ideario del maestro se intentara levantar desde el Estado.
Fidel Castro Ruz no está físicamente en la Plaza de la Revolución hoy conmemoramos el noveno Aniversario de su paso a la inmortalidad con la satisfacción de ver reflejada su obra en los niños, adolescentes y jóvenes que desde las aulas estudian su vida y obra, muestra de la magnitud de su legado histórico y la vigencia de sus ideales.



