El Mayor Adel Buján Figueredo, un jobabense con 36 años de servicio, repasa su trayectoria en las FAR con la sencillez del que ha cumplido con dignidad y compromiso. En el Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, su voz entreteje recuerdos, lealtad y un principio inquebrantable: la disciplina.
“Yo entré a la Fuerza Armada en el año 1990”. Con esa frase precisa, como un parte militar, comienza el relato de quien más tarde se convirtió en oficial permanente. Pero el camino, marcado por las necesidades del país, pronto mostró su primer giro. “Me licenciaron porque comenzó la tarea Álvaro… y yo era llamado por la reserva por dos años”. Lejos de verlo como un final, lo asumió como un cambio de forma. “Me licencié ahí y seguí, entonces continuo aquí trabajando como responsable de la defensa”. Su servicio, desde el principio, fue una cuestión de esencia, no de estatus.
Su compromiso lo llevó a territorios vecinos. “Estuve en el sector militar de Majibacoa… por espacio de tres años y medio”. Allí, la historia nacional y su deber se fundieron en un episodio imborrable. “Allá pasé exactamente cuando las inundaciones del siglo, que fue en el año 93… y tuve la oportunidad de participar en el rescate de personas que estaban en el agua hasta la cintura”. El oficial recuerda con gravedad: “La verdad que fueron inundaciones grandes donde hubo muchas afectaciones”. No habla de heroísmo, sino de presencia; de estar donde el pueblo lo necesitaba.
De regreso en Jobabo, asumió una especialidad técnica de alto rigor. “Yo atendía específicamente… la protección contra armas de destrucción masiva”. Habla de “conservar todos los medios” con el cuidado de quien guarda un tesoro nacional. Ese sentido de la responsabilidad lo siguió incluso cuando los cambios estructurales disolvieron su cargo. “Al pasar la especialidad a ingeniería, ya desaparece el cargo”, explica. La institución, reconociendo su valor, lo redestinó. Incluso cumplió funciones civiles con el mismo celo: “De ahí estuve dos años trabajando como inspector fiscal de la ONAT”.
¿Qué hizo que las FAR siempre lo reclamara? Él lo atribuye a un valor fundamental: “Como no me habían ido de los trabajos por problemas de disciplina, yo seguía con la misma disciplina que tenía anteriormente”. Esa cualidad, férrea y constante, es el hilo conductor de su vida. “La fuerza armada para mí ha significado la vida”, confiesa, y profundiza: “Es decir, que yo he tratado de cumplir y de ser disciplinado, porque la fuerza armada es lo que lleva a ser disciplinado y cumplir con el trabajo”.
Esa disciplina no es un frío reglamento, sino un principio con rostro humano. Hoy, como oficial de reclutamiento, enfrenta uno de sus mayores desafíos: conectar con las nuevas generaciones. “La especialidad tú sabes cuál es, que la especialidad esa es medio difícil. Hay que luchar con jóvenes de diferentes caracteres”. Su método no es la imposición, sino la persuasión y el diálogo honesto con las familias. “Yo siempre he tratado de llegar a las personas con la buena forma… con la mentalidad de hacer el trabajo político con la familia, para que vean la necesidad y la obligación”.
Este balance entre el deber férreo y la comprensión familiar ha sido su sustento. “He tratado de llevar las dos al mismo tiempo, nunca dejando a la familia atrás, ni al trabajo”, afirma. Reconoce los sacrificios, especialmente durante su etapa en Colombia: “Me iba a las 5 de la mañana de aquí y regresaba a veces a las 6 de la tarde… pero siempre he estado ahí con mi familia, en las buenas y en las malas”.
Tras 36 años de adaptaciones, misiones, el reconocimiento llegó con el grado de Mayor, una estrella que significa mucho. “Y entonces me ascendieron por la reserva al grado de mayor”, dice, y añade de inmediato la verdadera carga de esa distinción: “Mayor responsabilidad y compromiso”.
Al preguntarle por el significado de este 2 de diciembre, su respuesta sintetiza una vida: “La fuerza armada es el brazo fuerte de la revolución. Y siempre me ha gustado la fuerza armada”. Para el Mayor Adel Buján Figueredo, las FAR no es simplemente la institución donde trabaja. Es, en sus propias palabras, el significado de una vida entera dedicada, con disciplina y corazón, a la defensa de su pueblo.



