La historia militar de Cuba está tejida con hilos de audacia y coincidencias significativas. En el calendario de las efemérides patrias, el mes de diciembre aglutina dos momentos aparentemente distantes en el tiempo, pero íntimamente conectados en espíritu. La singular convergencia entre la Batalla de Palo Seco, protagonizada por el Generalísimo Máximo Gómez en 1873 al sur de Jobabo, y el desembarco del yate Granma en 1956, hecho que marca el Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
El General Máximo Gómez, al mando de fuerzas mambisas en la región oriental, se enfrentaba a la clara desventaja tecnológica y numérica frente a las tropas coloniales españolas. Fue en este escenario, en la zona sur de lo que hoy es Jobabo, donde Gómez ideó una de sus acciones más ingeniosas. Ante un enemigo mejor pertrechado y numeroso, el estratega dominicano demostró que la inteligencia y el conocimiento del terreno podían equilibrar la balanza.
La esencia de la acción no fue un combate frontal convencional, sino un magistral movimiento de distracción y reubicación. Según los relatos históricos y la tradición oral, Gómez ordenó simular un falso ataque frontal, probablemente utilizando recursos como polvaredas y ruido para confundir al enemigo. Mientras las fuerzas españolas centraban su atención en este señuelo, el grueso de las tropas independentistas se replegó sigilosamente y cambió de posición táctica para luego hostigar al enemigo desde los flancos. Esta acción, más que una batalla campal, fue una lección de guerra de guerrillas.
Ochenta y tres años después, en la madrugada del 2 de diciembre de 1956, otro grupo de combatientes desembarcaba por Las Coloradas, en el yate Granma. Este hecho, aunque inicialmente derivó en un revés táctico, se convirtió en el germen irreversible del Ejército Rebelde. La fecha del desembarco fue institucionalizada posteriormente como el Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, constituyendo la piedra angular de la Cuba contemporánea. Es un día de celebración nacional que honra el origen, la resistencia y la victoria final.
Aunque separados por más de ocho décadas, ambos sucesos comparten un sustrato conceptual profundo. No es una coincidencia cronológica exacta, sino una convergencia en el espíritu de lucha, la improvisación ante la adversidad y la fe en una estrategia de movilidad y sorpresa. Máximo Gómez, el maestro de la caballería mambisa y la táctica de “encerrona”, fue un precursor intelectual de la guerra irregular que luego perfeccionaría el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra. Ambas efemérides, ocurridas en diciembre, dialogan entre sí desde los anales de la historia.
Es en el ámbito local donde esta dualidad histórica adquiere su mayor relieve. Para Jobabo y la provincia de Las Tunas, la gesta de Palo Seco no es un evento menor, sino un capítulo de identidad. Durante las conmemoraciones del Día de las FAR, las instituciones culturales y educativas de la región realizan un trabajo consciente para vincular ambos hitos.
La magnitud del 2 de diciembre, la memoria de Palo Seco le aporta profundidad histórica y continuidad. Ilustra que la capacidad estratégica en Cuba tiene raíces profundas, forjadas mucho antes del triunfo revolucionario. Esta conexión subraya un principio táctico perdurable: la victoria no siempre depende de la fuerza bruta, sino de la inteligencia, la flexibilidad y la íntima conexión con el pueblo y la geografía.



