En los llanos de la UBPC 1ro de Enero, una extensión de 62 hectáreas muestra un mar verde de espigas de arroz que se mecen con el viento. Este paisaje, poco común en el municipio en los últimos tiempos, es el corazón de un proyecto audaz que busca revitalizar el cultivo del grano más esencial en la dieta cubana. Es una apuesta por la soberanía alimentaria, nacida de la determinación de productores y el apoyo institucional, pero que se enfrenta a los históricos desafíos de la agricultura en Cuba.
La iniciativa surgió como una prueba piloto en colaboración con la empresa provincial de Granos. El objetivo era claro y medible: comprobar si los suelos de Jobabo, tradicionalmente dedicados a otros cultivos, podían adaptarse y ser productivos para el arroz. “No se trató de hacer una gran inversión inicial a medias, sino de una prueba bien planificada. Queríamos ver si la tierra se adaptaba y, una vez confirmado el rendimiento, expandirnos de manera condicionada”, explicó uno de los técnicos involucrados en el proyecto.
Resultados que incentivan

Los resultados en el campo, hasta el momento, son alentadores. La planta se muestra vigorosa, con una espiga de buena calidad y un peso estimado que promete un rendimiento favorable destaca Omar Fonseca, pesidente de la UBPC. “Se aprecia un buen rendimiento. La planta está tupida y la mata tiene una buena espiga, lo que nos indica que la cosecha será positiva”, aseguró un productor mientras revisaba la parcela. La expectativa es cosechar entre 30 y 40 quintales por hectárea, una cifra que valida el potencial de la zona.
Con una cosecha exitosa a la vista, el siguiente paso en la estrategia es ambicioso: lograr una segunda siembra antes de que finalice el año. “Al recoger esta cosecha, tendríamos condiciones para hacer otra siembra, aunque no de la misma magnitud, quizás de 26 hectáreas. Eso nos permitiría tener un proceso en febrero próximo dedicado a la preparación de la tierra, la nivelación y la planificación, que son claves para no fallar después”, detalló uno de los entrevistados.
Sin embargo, el camino no está exento de obstáculos. El principal escollo identificado es la dependencia de maquinaria externa. La UBPC no cuenta con su propio parque de equipos y depende del servicio que prestan empresas azucareras y de granos de la provincia, lamenta Echegoyen. “No contamos con maquinaria propia. La que tenemos es por prestación de servicios… cuando falla, se detiene todo. Necesitamos una base estable que no dependa de si el recurso está disponible o no”.
El proceso de cosecha es una carrera contra el tiempo que requiere una coordinación meticulosa con estas empresas externas. “Hemos coordinado con la dirección de la empresa de granos para el corte. Ellos van a facilitar una máquina de 62 quintales, que debe entrar a finales de este mes o principios del próximo. Ese timing es crucial”, añadió.
Producción y economía
Superada la cosecha, surge otra gran preocupación: el destino final de la producción. El modelo comercial establece que el 80% de lo cosechado está comprometido con la Empresa Provincial de Granos, mientras que el 20% restante se destina a la canasta básica del municipio. “Tratamos con la empresa de granos. El gobierno municipal se encarga de hacer la base para el acopio local, pero quien define el destino final mayoritario es la empresa provincial”, aclaró un directivo.
Este esquema garantiza el pago y la recuperación de la inversión, pero también genera debates sobre la autonomía local, precisa Miguel Quezada Clark, vicenintendente. “No es una cuestión de pago, que está asegurado, sino de soberanía alimentaria local. Si el municipio no retiene una mayor parte de la producción, se queda sin ese alimento, aunque la empresa provincial pague por él”, reflexionó uno de los entrevistados.
La viabilidad económica del proyecto se sustenta en un crédito de 13 millones de pesos. Sin embargo, los costos son altos: más de 1.7 millones solo en el seguro de la cosecha, a lo que se suman el pago del financiamiento y los salarios de los trabajadores. La rentabilidad final dependerá del rendimiento por hectárea, refiere Julio Villa, especialista de la delegación de la Agricultura. “El cálculo es que, una vez vendida la producción, el 80% del ingreso se destina a cubrir ese paquete de gastos (crédito, seguro, salarios), y el 20% restante es la utilidad neta para la cooperativa. Es un margen ajustado que exige eficiencia”, concluyó el presidente de la cooperativa.
A pesar de los retos logísticos y financieros, el proyecto de arroz en la UBPC 1ro de Enero de Jobabo se consolida como un faro de esperanza. Demuestra que con planificación, alianzas estratégicas y el esfuerzo de los productores, es posible rescatar cultivos vitales y avanzar, metro a metro, hacia una mayor seguridad alimentaria para Cuba.